Viernes noche. El tugurio al que te diriges está hasta las trancas. Llueve y encima hay un clon de Myke Tyson en la puerta. Cuando vas a entrar, su peludo y musculoso brazo se interpone entre tú y el abarrotado local lleno de pericas. El propietario del brazo te informa que para entrar hace falta carnet de socio. Entonces te viene a la mente que siempre has entrado aquí sin carnet y nunca ha habido problemas. Te dispones a exponer tu punto de vista al portero cuando un grupo de tíos engominados hasta las cejas se cuela en tus narices con la aquiescencia del hipertrofiado vigilante. De hecho, parece que todo el mundo entra por la cara menos tú.
Media hora más tarde has conseguido entrar. Con tus innatas dotes de persuasión conven-ciste al negrazo de que si pagabas el precio de un cubata, podías pasar y tomarte una cerveza. Menudo eres cuando te propones algo, y ahora que estás dentro un lujuriante panorama se extiende ante tus incrédulos ojos…
¿Nunca te has preguntado cómo se lo montan en las películas?
¿ Cómo un tipo nada más decirle cuatro chorradas a
una pava la tiene a sus pies babeando y ansiosa de su sexo? Cuando
sales con tus colegas, quizás (seguro) has querido ser como uno
de estos individuos: Entrar en un garito, dirigirte a una exube- rante
rubia y con una mirada derretirla como un polo en el Gobi. Si tuviste éxito
te deseo que hayas contraído alguna enfermedad venérea, so
cabrón, pero si por el contrario no te atreviste o tus tentativas
resultaron frustrantemente estériles, este es tu juego, TU
TAMBIÉN ERES CHUSMA.